El gran efecto de la Policoralidad

          Estamos en la segunda mitad del siglo XVI. Un nuevo concepto musical surge en la Catedral de San Marcos en Venecia a cargo de sus maestros de capilla: primero Adrian Willaert  (c. 1490 - 7 de diciembre de 1562 ) maestro de capilla desde 1527 hasta 1562, y más tarde  desarrollado plenamente por los Gabrielli, Andrea Gabrieli  (h. 1510 - 1586 ) y Giovanni Gabrieli (1556?- 1612). Con un conocimiento absoluto de las posibilidades acústicas de la catedral, estos compositores empiezan a innovar sobre su música para causar un mayor efecto y belleza sobre el público. La música ocupaba un lugar preferente dentro de las celebraciones, predisponía a cada alma a abrirse y unirse a Dios. En un tiempo en que sólo podía escucharse música si era interpretada en directo, donde la mayoría de la música escuchada por el pueblo llano sería la de los músicos ambulantes, entrar en la catedral, sentarse y escuchar la música de los Gabrielli debía de causar una sensación embriagadora.
 
           La policoralidad surge cuando se aprovecha el enorme espacio que proporciona la catedral, sus dos órganos ubicados en lados opuestos, situando distintos grupos corales e instrumentales que al interpretar las obras bien alternativamente (antifonía) o simultáneamente causaban un efecto envolvente único. Estas obras sólo se podían reproducir eficientemente  con las peculiaridades de la catedral: los ecos, timbres, dinámicas estaban pensadas para causar un efecto sobre los asistentes. La sensación de escucharlas sería mucho mayor que la primera vez que apareció el estereo en la reproducción de audio. Se compara, a veces, la escuela musical veneciana con la pintura veneciana, en que ambas hacen uso profuso del color, aplicado el término, en el caso de la música, para denotar el dramatismo y el contraste.

         Esta música se difundió e imitó en toda Europa, componiéndose multitud de obras en este estilo y muchas de ellas concebidas para interpretarse según las características de una u otra catedral. En España encontramos los compositores de la Capilla Real de  Felipe II y de Felipe III de España, destacando a Philippe Rogier (ca. 1561-1596) y a Tomás Luis de Victoria (h. 1548 , Ávila - 1611 , Madrid ) capellán de la emperatriz María de Austria (1587-1603) y posteriormente organista del convento (1603-1611).  Compondrían sobretodo para la capilla del Alcázar de Madrid y la iglesia de las Descalzas Reales.



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             Mulhäusen (Alemania) en 1627. Nos encontramos al final del primer decenio de la Guerra de los 30 años. Un enfrentamiento que en un principio se limitaba al príncipe elector Federico V del Palatinado y el emperador Fernando II de Habsburgo, pero que se convirtió en un conflicto internacional que causaba grandes destrucciones, deterioro y empobrecimiento. Por ello se intentó llegar al final de la contienda mediante una conferencia entre los bandos que tuvo lugar entre el  4 de octubre y el 5 de noviembre de 1627. Con motivo de dicho encuentro, se sucedieron gran variedad y número de interpretaciones musicales.
           Uno de los asistentes, Juan Jorge I de Sajonia, se había traído a media corte y, como no, a su compositor particular ( Heinrich Schütz ) y todos sus músicos y cantantes.  Pero nos vamos a centrar en la obra de Schutz Da pacem, Domine, que se interpretaría en el acto religioso de salutación a todos los participantes con un título  más que simbólico. Esta obra recogía la forma musical llamada Policoralidad, técnica dominada por el compositor desde su estancia en Venecia como alumno de Giovanni Gabrielli. La interpretación transcurrió de la siguiente forma:

          La comitiva estaba encabezada por los tres electores, tras ellos los obispos de Maguncia, Tréveris y Colonia; luego todos los demás representantes de cada bloque. Entraron en la catedral en la que habían dispuestos dos coros, el primero nada más entrar por el pórtico por encima de ellos cantaba:

Vivat Moguntinus,
Vivat Trevirensis,
Vivat Coloniensis:
Vivant tria fundamina pacis.
Vivat Ferdinandus, Caesar invictissimus.
Vivat Saxo,
Vivat Bavarus,
Vivat Branderburgicus:
Vivant tria tutamina pacis.


       En un principio sólo oyeron a este coro, pero según avanzaban vieron que la música se entrelazaba perfectamente con la de otro coro situado más adelante al que cada vez escuchaban mejor:

Da pacem, Domine
in diebus nostris,
quia non est alius
qui pugnet pro nobis
nisi tu, Deus noster

        Siguió avanzando el séquito  y cuando escuchaban perfectamente a los dos coros, estos aumentaron el volumen progresivamente y se unieron en una petición divina con efecto envolvente:

Da pacem, Domine! (Danos la paz, señor)


           Es muy curioso que desde fuera sólo se escucharan ecos poco reconocibles. La ceremonia impresionó profundamente a los asistentes, pero no sirvió para llegar a un entendimiento, lamentablemente todavía quedarían 20 años para ello. Así y todo, Schütz consiguió un efecto estremecedor. Creo que todos los que nos llamamos amantes de la música deberíamos experimentar la sensación de que por un momento sólo habla la música, nos empequeñecemos antes su poder, la aceptamos y nos dejamos llevar por ella donde ningún arte más nos puede llevar. Nos la merecemos, pienso yo.

Este artículo ha sido posible unicamente gracias a Titia, colaborador de  OpusMusica y otros foros especializados, al que no conozco personalmente pero sí he leído con gran encanto.

Fuentes:
- http://www.opusmusica.com/001/schutz.html
- http://es.wikipedia.org/wiki/M%C3%BAsica_del_Renacimiento

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